Entonces se sintieron magnánimos y decidieron poner al ángel en una balsa con agua dulce y provisiones para tres días, y abandonarlo a su suerte en altamar.
Trabajé en los restos del naufragio, corté en pedazos otro travesaño y rescaté tres planchas de abeto de la cubierta, que até e hice flotar hasta la orilla cuando subió la marea.
Tenía tres cosas a mi favor: l. el mar estaba en calma, 2. la marea estaba subiendo y me impulsaría hacia la orilla, 3.el poco viento que soplaba me empujaría hacia tierra.
Había sido construido en los tiempos en que el río era tan servicial que muchas barcazas de mar, e inclusive algunos barcos de altura, se aventuraban hasta aquí a través de las ciénagas del estuario.
Proseguí sin tregua con esta tarea hasta el día 15 de junio, con la excepción del tiempo que dedicaba a buscar alimento, que era, como he dicho, cuando subía la marea, a fin de haber terminado para cuando bajara.