Os estuvo bien empleado, por haberos mostrado tan avariciosos con la carne; pero es una vergüenza que dos grandullones como vosotros os hayáis dejado zurrar por un enano.
El muchacho, que al día siguiente se quedó de guardia, estaba trabajando en la cocina, como le correspondía, y cuando se preparaba a espumar el caldero se presentó el enano y pidió un pedazo de carne.