Elizabeth no pudo menos que sonreír ante semejante comienzo; pero la señora Bennet, que estaba convencida de que su marido abogaría en favor de aquella boda, se quedó decepcionada.
Estaba tan excitada y sus fantasías sobre el gran porvenir que esperaba a su familia fueron tan lejos de lo razonable, que se disgustó muchísimo al ver que Bingley no se presentaba al día siguiente para declararse.