En el corredor de las begonias, en la sala de visitas, en cualquier lugar de la casa, podía señalarse el lugar exacto en que estuvo y el tiempo transcurrido desde que dejó de estar.
Una mañana vio que las hormigas coloradas abandonaron los cimientos socavados, atravesaron el jardín, subieron por el pasamanos donde las begonias habían adquirido un color de tierra, y entraron hasta el fondo de la casa.
Fuimos a buscar tablas al desván y papá trajo sus herramientas. Rex se puso a comer begonias, pero es menos grave que el sillón del salón, porque tenemos más begonias que sillones.
Yo corría detrás de papá y le pregunté si podía dar una vuelta en mi bici, pero él no me escuchaba, porque el señor Blédurt se puso a gastar bromas mirando a papá y papá derrapó sobre las begonias.