Al llegar a una puerta doble, abierta a la izquierda, mi madre giró hacia ella. Percibimos entonces la figura de un hombre grande esperándonos en el centro de la estancia. Y otra vez la voz potente. —Adelante.
Una de sus costumbres tradicionales consistía en apostar a un criado en la verja del fondo con la orden de hacer entrar al primer transeúnte hambriento que pasara después de las cuatro, y de ofrecerle una opípara cena.