Su sistema nervioso sufrió tal conmoción, que regresó a sus habitaciones a todo escape, y al día siguiente tuvo que permanecer en cama con un fuerte reuma.
Ninguno cautivaron sano de trescientos que quedaron vivos, señal cierta y clara de su esfuerzo y valor, y de lo bien que se habían defendido, y guardado sus plazas.
Vivían en dos mundos divergentes, pero mientras él hacía toda clase de esfuerzos por reducir la distancia, ella no dio un solo paso que no fuera en sentido contrario.
Ahora el pez se estaba acercando, bello y tranquilo, a la mirada y sin mover más que su gran cola. El viejo tiró de él todo lo que pudo para acercarlo más.
Traté con todas mis fuerzas de sostener los arcones con la espalda, a fin de mantenerlos en su sitio, pero no era capaz de desencallar la balsa ni de cambiar de postura.
Los postes o estacas, que tenían un peso proporcional a mis fuerzas, me obligaron a pasar mucho tiempo en el bosque cortando y preparando troncos y, sobre todo, transportándolos hasta mi morada.
Fue al oratorio, tratando con todas sus fuerzas de recuperar el dios que lo había abandonado, pero era inútil: la incredulidad resiste más que la fe, porque se sustenta de los sentidos.
Ni el doctor Juvenal Urbino con todo su poder había logrado que la mudaran para donde no estorbara, hasta que intercedió en favor suyo su comprobada complicidad con la Divina Providencia.
Pero aquella noche se sintió tan humillado, que se tomó el brandy de un golpe, haciendo todo lo que pudo para que se le notara el rencor, y se fue sin despedirse.