El Sr. Sossa (Benin) pide disculpas por la demora en presentar las respuestas a la lista de cuestiones y lamenta que el retraso en recibirlas no haya permitido su traducción.
Refiriéndose al informe del OOPS, observa que como el informe fue presentado a la delegación de Israel en septiembre, no habían tenido tiempo de formular sus comentarios, cosa que harán en una carta separada.
Atravesé campo llano, huertas, cañaverales y pequeñas plantaciones. Tropecé, me levanté y seguí corriendo sin un respiro, sin calcular la distancia que mis zancadas cubrían.
Pare. Guárdese el llanto, haga el favor: no vale la pena llorar sobre la leche derramada. Mire, realmente, todo ha ocurrido en el momento menos oportuno y más complicado.
Se reproducían y se volvían adultos con tanta rapidez, que apenas daban tiempo para vender los números de la rifa. Al principio, Aureliano Segundo no advirtió las alarmantes proporciones de la proliferación.
La aturdidora emoción del acierto le impidió ver al hombre con quien se estaba besando, pero alcanzó a percibir su voz trémula en medio de la rechifla y las risotadas ensordecedoras del público.
Me di entonces cuenta de que estaba ante un burdel, pero ya era demasiado tarde para hacerme pasar por una nativa desgastada: la pareja estaba a tan sólo unos pasos de mí.
Me pregunto qué peces habrán sido los que acaban de picar. Pudiera ser una aguja, o un emperador, o un tiburón. No llegué a tomarle el peso. Tuve que deshacerme de él demasiado pronto.”
Las tejas podridas se despedazaron en un estrépito de desastre, y el hombre apenas alcanzó a lanzar un grito de terror, y se rompió el cráneo y murió sin agonía en el piso de cemento.
Sus ojos recorrían el papel con tal ansiedad que apenas tenía tiempo de comprender, y su impaciencia por saber lo que decía la frase siguiente le impedía entender el sentido de la que estaba leyendo.
Cuando ella me conoció, no se detuvo un punto; porque, sin responderme palabra, bajó en un instante, abrió la puerta y mostróse a todos tan hermosa y ricamente vestida, que no lo acierto a encarecer.
Sólo mucho después de la boda desgraciada me confesó que lo había conocido cuando ya era muy tarde para corregir la carta de octubre, y que sus ojos de oro le habían causado un estremecimiento de espanto.
Debería haber insistido más, no haber cejado en mi empeño por manteneros cercanas, pero las cosas eran como eran y tú, demasiado digna, Dolores: no ibas a consentir que os dedicara sólo las migajas de mi vida.
Responder quería el arráez; pero no pudo el general, por entonces, oír la respuesta, por acudir a recebir al virrey, que ya entraba en la galera, con el cual entraron algunos de sus criados y algunas personas del pueblo.