La evolución de la tasa de natalidad modeló una estructura demográfica que es suficientemente joven, caracterizada por una base muy ancha y una cima estrecha.
También contribuyó a eliminar la malnutrición proteicocalórica entre los niños y a disminuir las tasas de fecundidad a través del uso amplio de métodos anticonceptivos modernos.
Además, el índice relativamente alto de crecimiento demográfico —24,5 nacimientos por cada 1.000— se puede traducir en un aumento del número de jóvenes en proporción con la población total.
Es significativo que el 8,5% de la población total sean niños de menos de 5 años y que disminuya la tasa de natalidad (existen diferencias entre los cantones y las regiones).
Sus efectos se amplifican por la declinación de las tasas de mortalidad y fecundidad, como resultado principalmente de mejores condiciones de salud y políticas de población en los últimos años.
Debido al número relativamente reducido de cohabitaciones y al carácter tradicional de la sociedad, existe un número de reducido de nacimientos fuera del matrimonio, que representa el 3% de los nacimientos judíos.
La cuestión demográfica que más preocupa a los países desarrollados se relaciona con la baja tasa de fecundidad y sus consecuencias, entre ellas el envejecimiento de la población y la reducción de la población en edad de trabajar.
Existe como consecuencia una caída a largo plazo de las cifras de natalidad en Bosnia y Herzegovina, debido al aumento de la pobreza, por lo que se ha acuñado en nuestra sociedad la expresión "feminización de la pobreza".
Por ejemplo, cuando una hambruna masiva golpeó a China a principios de los 60, la probabilidad relativa de tener un hijo bajó de golpe - hasta que la hambruna terminó.
Si bien la ley condujo a un rápido aumento en las tasas de natalidad, muchas de las familias más pobres no pudieron cuidar a todos sus hijos y Daniel, y alrededor de medio millón más, fueron enviados a instituciones estatales.