El zorro los guió montaña arriba durante un buen rato, siempre con las burras sobre el pingüino, sobre que si bajaría rondando o resbalando sobre su barriga...
El pequeño se despertó cuando ya se encontraba dentro de la boca de una enorme vaca, y esquivó los dientes mientras masticaba, pero terminó resbalándose hacia el estómago.
Y caminó hasta llegar a la orilla del techo y estiró tanto su cabeza que resbaló y cayó de bruces exactamente al centro de la olla hirviente, ahogándose y cocinándose inmediatamente.
Una tarde en que insistió en el paseo solitario a pesar de que estaba cayendo el primer aguacero devastador de junio, el caballo resbaló en el fango y se fue de bruces.
Cuando emprendieron la subida de la colina de Stoatshead no les quedaban fuerzas para hablar, y a menudo tropezaban en las escondidas madrigueras de conejos o resbalaban en las matas de hierba espesa y oscura.
Me arañé una muñeca, me pisé el jaique, resbalé, y a punto estuve de perder el equilibrio y caer de espaldas al trepar por un montón de cajas de género acumuladas sin orden contra una pared.
Eran tan torpes, que abrió con las uñas un surco de arado en las hortalizas y estuvo a punto de desbaratar el cobertizo con aquellos aletazos indignos que resbalaban en la luz y no encontraban asidero en el aire.
El señor Bordenave tenía pinta de estar muy enfadado y vino corriendo hacia nosotros, pero no llegó porque resbaló en el bocadillo de mermelada de Alcestes y se cayó.
Se tambaleó, perdió el equilibrio, tropezó, vaciló, resbaló por el tejado y cayó a través de las enredaderas, todo antes de que el espantado círculo que se hallaba debajo dejara escapar un simultáneo y aterrorizado chillido.