Así, pues, por consiguiente, utilicé el siguiente método: subía a las rocas para situarme encima de ellas y, desde allí, les disparaba, a menudo, con buena puntería.
No puedo expresar la confusión que sentí, a pesar de la alegría que me causaba ver un navío que, sin duda, estaría tripulado por compatriotas míos y, por consiguiente, amigos.
Con más valor y, por consiguiente, con mayor curiosidad, llevé a Viernes conmigo, le puse el sable en la mano, le coloqué en la espalda el arco y las flechas, con los que, según descubrí, era muy diestro.
Y para eso se inventó una excusa completamente tonta, que es que Twitter tenía bots, que son cuentas que no son gestionadas por seres humanos, sino por programas informáticos, y que por consiguiente inflaba el número de sus usuarios.