Desde el oblicuo ángulo desde el que lo veía parecía que el obelisco no tuviera base... y estuviera balanceándose en el sombrío cielo como si flotara sobre un agitado mar.
La primera forma de medir el tiempo fue el reloj de sol y los primeros relojes solares de los que se tiene noticia son los obeliscos que datan desde hace 5 mil años.
Por la ventanilla, Langdon advirtió que el sol ya se había puesto, pero todavía pudo distinguir la esbelta silueta del obelisco más grande del mundo, alzándose en el horizonte como la aguja de un ancestral gnomon.