Y créame ––que cuando tenga el honor de volver a verla, le hablaré en los términos más encomiásticos de su modestia, de su economía y de sus otras buenas cualidades.
Esta inversión moral es peligrosa: los rasgos de fuerza y poder, los de ese hombre ennoblecido, ahora son condenados; y los rasgos ordinarios y de modestia, los que debilitan al hombre, se alaban.