Rodeé la cama hasta una mesita de noche cubierta con un cristal que aprisionaba estampas de antepasados, recordatorios de funerales y billetes de lotería.
Se incorporó en la cama con una mano aún en la cicatriz de la frente y la otra buscando en la oscuridad las gafas, que estaban sobre la mesita de noche.
La cama tiene su cabezal y a los lados las mesitas de noche, yo tengo aquí una lámpara para cuando quiero leer, y el despertador porque si no me quedo dormido.