Entonces desenvainó una daga que colgaba de su cinturón de cuero blanco y cortó la garganta del nubio para que aquel esclavo no pudiera contar su deshonra.
Los hermanos de Ángela, dos gemelos, le preguntaron quién era el responsable de la deshonra y ella, nadie sabe por qué, pues era falso e increíble, respondió que era Santiago Nasar.
Pero, con todo esto, no querría que cayese en tu imaginación pensar que he venido aquí con pasos de mi deshonra, habiéndome traído sólo los del dolor y sentimiento de verme de ti olvidada.
No permitas, con dejarme y desampararme, que se hagan y junten corrillos en mi deshonra; no des tan mala vejez a mis padres, pues no lo merecen los leales servicios que, como buenos vasallos, a los tuyos siempre han hecho.