Como la comida era la misma de la clausura, ya no fue necesario llevar nada de fuera, pero Delaura se las arregló siempre para pasar de contrabando algunas exquisiteces de los portales.
Aureliano Segundo estaba dispuesto a rescatar a su hija, con la policía si era necesario, pero Fernanda le hizo ver papeles en los que se demostraba que había ingresado a la clausura por propia voluntad.
Tenía toda la intención de hacerlo, Diana, pero cuando lo llevaba, imaginaba ser una monja —aunque soy protestante, imaginé que era católica— que vestía el hábito para enterrar en la clausura un corazón destrozado.
Sierva María fue olvidada en medio de la abrasión de la cal viva, los vapores del alquitrán, el tormento de los martillazos y las blasfemias a gritos de las gentes de toda ley que invadieron la casa hasta la clausura.
Los peores de su vida, desesperada por la amargura de doña Blanca, su suegra, y el retraso mental de las cuñadas, que si no habían ido a pudrirse vivas en una celda de clausura era porque ya la llevaban dentro.