Como se sabe, el laurel estaba consagrado a Apolo, y las guirnaldas hechas con estas hojas suponían una recompensa particularmente adecuada para el que sobresalía en cualquier campo de la actividad humana.
En la versión madrileña se prepara con parte de los intestinos del cerdo, buey o vaca, a lo que le llaman callos, y se le suma ajo, tomate, cebolla, laurel, tomillo, y un poco de morcilla y chorizo.